La imagen muestra la portada del casete titulado “Escándalos en el Congreso”, escrito por Carlos Calderón, quien se identifica como “Periodista - Músico”.En la parte superior, el nombre del autor está escrito en letras rojas cursivas, mientras que su ocupación aparece en fuente más pequeña y de color claro debajo de su nombre. La portada transmite un enfoque periodístico e investigativo sobre situaciones controvertidas en el Congreso, probablemente vinculado a la política argentina. El título y la imagen consolidan la intención de cuestionar y evidenciar hechos relevantes dentro de la esfera legislativa.- El fondo presenta el característico edificio del Congreso de la Nación Argentina, reconocible por su gran cúpula verde y arquitectura monumental, lo que sugiere que el contenido del casete aborda temáticas relacionadas con la actividad política legislativa.
- En primer plano aparece una figura masculina de pie, vestida con chaqueta clara y pantalón oscuro, realizando un gesto enérgico con el brazo levantado, reforzando la idea de denuncia o reclamo.
- Un círculo verde en la esquina superior derecha contiene el título “ESCÁNDALOS EN EL CONGRESO”, enfatizando la temática polémica del casete.
El diseño gráfico busca captar la atención a través de colores contrastantes y el uso de elementos arquitectónicos emblemáticos. La presencia del autor en la imagen refuerza su papel como periodista y testigo presencial, sugiriendo investigación y denuncia en la obra.
La portada combina elementos gráficos y fotográficos para resaltar la función de Carlos Calderón tanto como periodista y músico, reflejando un enfoque creativo y de investigación sobre temas controvertidos en el Congreso argentino.
Lo espera una multitud invisible: fantasmas de votaciones secretas, acordes perdidos de la verdad. Carlos desafía el silencio, apunta su mano al cielo y grita: “¡Que se caigan las máscaras!” El Congreso parece temblar, no por los debates, sino por la potencia de sus riffs que rebotan contra los muros centenarios.
La ciudad respira humo y política. Los diputados huyen de los acordes como si fueran preguntas incómodas. Carlos enchufa el cable de la denuncia, lanza notas agudas que hacen transpirar hasta los cuadros oficiales. La farra de la roquería se mezcla con titulares escandalosos y estribillos filosos.
Al final, Carlos se queda firme, mirando la cúpula y prometiendo otra función. “Este Congreso necesita menos palabras y más acordes verdaderos.” Porque donde hay corrupción, siempre habrá un roquero con micrófono listo, esperando romper el silencio con un solo electrizante.
Carlos, tras cuarenta años como periodista en el Congreso, recuerda que en la apertura democrática argentina tocó en la Plaza de su Pueblo natal, en Rivadavia, Mendoza, con su trío roquero Gaviota Feroz en el día de la asunción de las flamantes autoridades políticas.
El periodista y roquero, después de cuarenta años navegando entre papeles, micrófonos y escombros de escándalos en el Congreso, levanta la vista hacia la cúpula con un brillo en los ojos que solo tienen los que han visto cambiar la historia en primera fila.
Para Carlos, la roquera curiosidad periodística fue siempre la brújula que lo llevó a hurgar detrás de los discursos, buscando la verdad entre riffs y papeles oficiales. En cada sesión y en cada nota, su oído afilado como una guitarra eléctrica captaba más que palabras: captaba el pulso auténtico de una era que se despertaba. La política, con su formalidad y sus máscaras, no podía escapar a los acordes irreverentes de un periodista-musico que sabía que en la verdad y en la protesta brotaba la mejor canción.
Y así, Carlos sigue ahí, entre columnas y cuerdas, con la voz áspera de mil historias, listo para contar que el Congreso no es sólo un recinto de leyes sino también un escenario donde el rock y la política se cruzan como una explosión definitiva.

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